lunes, diciembre 31, 2007

Falta de riego 2 (o Haz lo que digo y no lo que hago)

Empezábamos la Navidad con el intento de convencimiento institucional de que lo mejor para nuestras cenas navideñas era el conejo y con un Ministro de Economía tratando de explicarnos que, a la hora de dejar propina, debemos darnos cuenta de que 1 €uro no son 20 duros (como si no nos hubiéramos dado cuenta nosotros solitos hace bastante tiempo y no lo tuviéramos suficientemente "interiorizado") y terminamos el año con una manifestación de "defensores" de la familia (aunque sólo de su tipo de familia) llevada a cabo por una organización formada por personas que han hecho voto de soltería y de castidad pero que, sin embargo, parece ser que son los que más saben acerca de lo que nos conviene a todos en los temas de familia, matrimonio y sexo.




En fin, que nos vemos el año que viene.
O mañana, lo que suceda primero.

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sábado, diciembre 29, 2007

Falta de riego

"Puede haber menores que sí lo consientan (referiéndose a los abusos) y, de hecho, los hay. Hay adolescentes de 13 años que son menores y están perfectamente de acuerdo y, además, deseándolo. Incluso si te descuidas te provocan"


Está visto que la sangre que no les llega al cerebro (debido, tal vez, a que llevan el alzacuellos demasiado apretado) sí que les riega perfectamente otras partes.

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martes, diciembre 18, 2007

Tierra de Leyendas VI: 'Carta al padre'

Ha pasado más de un año desde la última convocatoria del concurso Tierra de Leyendas en Sedice (clasificaciones y relatos, aquí), pero parece que ya está en marcha el TDL VII.

Yo, que siempre ando con algo de retraso, cuelgo ahora el relato con el que participé entonces y, durante estos días navideños de juerga y alboroto, me pienso si participar este año.


CARTA al PADRE


Todavía no entiendo por qué comienzo de nuevo a escribir un texto que sé que nunca vas a poder leer. Si alguna vez te importó lo que yo pudiera pensar de tus acciones lo supiste esconder perfectamente a lo largo de todos los años que pasamos juntos. A pesar de todo, me gustaría creer que la distancia que interponías entre nosotros no era más que una coraza y que efectivamente había un hueco en tu corazón para mi madre y para mí. ¿Y por qué? Supongo que los años que han pasado desde la última vez que te vi, esos mismos que han avanzado rápidamente nublando mi vista a la vez que despejando mi frente, son los culpables. Ahora que mis hijos han tenido hijos, y aún éstos han tenido a su vez los suyos, me acosan en la noche las dudas sobre si habré sido un buen ejemplo para todos ellos y mi memoria vuelve a ti.

Recuerdo que cuando era niño ya me parecías anciano, con tus cabellos grises que resplandecían bajo el sol de la mañana y tus manos arrugadas por el tiempo y el trabajo del campo. Las historias que nos contabas a Isaac y a mí para que entendiéramos la grandeza de tu dios son uno de los mejores recuerdos que tengo de ti. Me impresionaba como abrías los brazos queriendo abarcar todo a nuestro alrededor y como tus ojos claros eran capaces de traspasar las mentiras de nuestras palabras para descubrir si en nuestros corazones habíamos dejado de rezar las oraciones pertinentes. Conservo también algún recuerdo borroso de antes, del principio de ser, apenas sensaciones como el calor de tu palma en las noches que tenía fiebre o el olor de la huerta después de una tormenta. En las madrugadas frías en que el insomnio me hace vagar por la casa, mientras compruebo que mis nietos duermen tranquilos y les abrigo echándoles las ropas por encima, me pregunto si a sus ojos serán mis manos tan grandes como a mí me parecían las tuyas.
Jamás vi nada raro en que mi madre y yo durmiéramos en un cuarto diferente a donde lo hacíais Isaac, Sarah y tú. Separados de vosotros por una pared de adobe, madre me hablaba de cómo tu fe había hecho posible que concibieras un hijo con ella y de cómo mi nacimiento supuso la llegada de la felicidad a tu casa. A esas noches pertenece la mejor imagen que guardo de ella: radiante y llena de felicidad y de amor por un hombre que ya había olvidado el calor de su cama. ¿Dejaste de interesarte por ella cuando supiste que era cierta la promesa de que ibas a volver a ser padre? ¿Acaso esa promesa incluía marginar a la madre y al niño? Y aún así, qué cálidas me parecían tus palabras y qué sinceros los besos de mi infancia.
Fue más tarde, cuando crecí lo suficiente, que empecé a entender algunas cosas y a cuestionarme varias de tus acciones y decisiones. ¿Por qué era mi hermano el único alumno de tus lecciones? ¿No era digno de aprender su palabra? Quizá sólo me considerabas apto para atender al rebaño. Si supieras cómo deseaba entonces que me eligieras para seguirte en tus paseos de meditación al desierto y las lágrimas que dejé en mi cama pensando en renunciar a tu dios para que te fijaras en mí y me condujeras de nuevo al buen camino... El recuerdo de esa absurda determinación infantil me hace sonreír porque sé que todas mis protestas hubieran sido inútiles. Mientras yo quería renegar de ti y de tu fe, las atenciones que habías puesto sobre Isaac hacían que mi hermano te siguiera ciegamente, acatando tus sugerencias como órdenes y transformando tus palabras en verdades absolutas. Pero ni siquiera cuando me di cuenta de esto, podía imaginar a dónde nos conduciría tanta devoción.

Amanecí con el frío metido en los huesos y ni siquiera el sol que me acompañaba en mi camino a los pastos logró confortarme. Una mano helada removía mi espíritu y me urgía a desandar el camino para volver a la casa. Al llegar, descubrí que habías emprendido camino cargado con comida para varios días y acompañado por mi hermano. Durante dos días os seguí por el desierto, oculto día y noche para que no me descubrierais, hasta que al fin llegamos al monte Moriah. Para entonces comprendía que algo malo estaba a punto de suceder. Lo veía en tu manera de meditar tras las comidas, errante y ausente, y en esa mirada de Isaac buscando el suelo, sumiso y entregado.
Al tercer día se nubló el cielo y supiste que había llegado el momento. Te vi levantar en la ladera de la montaña un altar y, mientras me acercaba intrigado, vi a mi hermano tumbándose sobre la pila de leños. ¡No podía creer lo que veían mis ojos! ¡Quise gritar y correr hacia vosotros para detener vuestra locura! Pero la voz se me quebró al intentar salir de la garganta y mis piernas se volvieron agua y dejaron de sostenerme. Cuando alzaste el cuchillo y gritaste al cielo anunciando la entrega de tu primogénito, mi corazón terminó de quebrarse. ¿Cómo podías tener el pulso firme? ¿Cómo el alma serena? De repente, vi despacio el cuchillo resbalando de tus manos y a ti postrarte de rodillas alabando a Yahvé, Isaac llorando entre tus brazos. ¿De verdad estabas dispuesto a degollar a tu hijo favorito? ¿Qué dios podría pedirte semejante sacrificio?

Durante todos los años en que aún viviste jamás te conté que sabía vuestro secreto. De nada hubiera servido, pues mi alma no podía ya encontrar alivio en ninguna de tus acciones. Nunca había sido tu favorito y ahora sabía que, a pesar de haber sido tu primera alegría, tampoco me considerabas el primogénito y quizás ni siquiera un verdadero hijo.

No te guardo rencor, padre. A ti, que llevabas por nombre “padre de multitudes” y que no supiste conservar a tu lado a alguien de tu carne y de tu sangre. A ti, que en tu amor por tu dios olvidaste el amor por tu descendencia. A ti no puedo odiarte. Porque a lo largo de todo este tiempo he sabido en lo más profundo de mi corazón que habría ocupado mi lugar en aquel altar si tú me lo hubieras pedido.

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lunes, diciembre 10, 2007

En ocasiones, veo cine... español

Sí, lo confieso: soy de esos que, de vez en cuando, van al cine a ver películas españolas. Incluso me disgusto si, por el poco tiempo que suelen durar en cartel y mi especial desagrado hacia las multisalas donde se proyectan, no llego a tiempo de poder verlas.

Qué le vamos a hacer, soy raro.

Vamos a repasar las que he visto en los últimos meses.



Aunque hace ya dos meses largos que se estrenó, la pereza me ha impedido hablar antes de "Mataharis", la última película de Icíar Bollaín.

La cinta cuenta la historia de tres mujeres que trabajan en una agencia de detectives y en la que cada una representa un momento de la vida: María Vázquez es la joven idealista encantada con su trabajo enfrentada a un supuesto caso de espionaje industrial; Najwa Nimri acaba de reincorporarse tras dar a luz y trata de compaginar su nueva condición de madre con su trabajo espiando a los demás... o a su propio marido; y Nuria González, la más veterana de las tres, se encarga de un caso de infidelidad matrimonial mientras ve como su propio matrimonio hace tiempo que ha llegado a un punto muerto. Tres mujeres acostumbradas a indagar en la vida de los demás pero que han descuidado mirar dentro de su propia vida.

Si alguno se quedó con las ganas en su día, y tratándose de una película española, seguro que aún podéis ir a verla a alguna minisala de VO.



La siguiente de este pequeño repaso es "La carta esférica", adaptación de Imanol Uribe sobre una novela de Arturo Pérez-Reverte.

Carmelo Gómez, tal vez porque no puede evitarlo y le viene de serie, pone cara de buena persona, Aitana Sánchez-Gijón luce su cuerpo serrano y hace de ambiciosa femme fatale y Enrico Lo Verso, quizás por serlo, presta su cara a un italiano que apunta maneras de mafioso pero que asusta más bien poco. Poco más hay que decir para los que hayáis leído el libro porque Uribe no se despega un ápice del original. Para los demás, contar que hay un mapa y un tesoro escondido, un piloto que no sabe vocalizar y un típico juego de finales falsos hasta que descubrimos quién se queda las joyas. El resultado es una película rígida, encorsetada y artificial a más no poder que, más por suerte que por desgracia, ni siquiera está ya en cartel. Si habéis podido aguantar sin verla, seguid igual y evitadla también en DVD.

(Pequeño inciso a costa de Pérez-Reverte. Parece ser que el año que viene vamos a tener Bicentenario hasta en la sopa y, a modo de adelanto, Alfaguara acaba de publicar 'Un día de cólera', un libro de encargo del que, como ya hiciera hace unos años con el aniversario de la batalla de Trafalgar, se ha encargado Pérez-Reverte. Si el texto va a incluir la misma transcripción fonético-festiva de la forma de hablar de los franceses que aparecía en 'Cabo Trafalgar' me parece que no voy a comprarme el libro de marras aunque me lo encuentre a 1€ en la Cuesta de Moyano.)



De "El orfanato" poco puedo contaros que no hayáis visto/oído/leído ya. Belén Rueda y Fernando Cayo, al que también se puede ver en "Mataharis" como jefe de la agencia de detectives, deciden convertir el antiguo orfanato donde se crió ella en un hogar para niños deficientes. Hasta el día en que su hijo, también adoptado, desaparece...

Se nota que su director, J.A. Bayona, ha visto mucho cine de género porque no hay tópico que no aparezca en pantalla: la vieja casa en un rincón apartado cerca del mar que, para más inri, había servido de orfanato, los ruidos, los golpes y la madera que cruje, hijo que desaparece, la medium y la sesión de espiritismo, extraños acontecimientos que tuvieron lugar en la casa... A pesar de tanto tópico, la película mantiene el interés de comienzo a fin y consigue no decaer ni flaquear. Eso sí, "El orfanato" no es, por mucho que la publicidad con la que nos han bombardeado durante meses nos lo diga, una de las mejores películas de terror de la historia (principalmente, porque no es una historia de terror) aunque sí es más que correcta. Avisados quedáis todos los que aún no hayáis sido víctimas de la exhaustiva campaña de acoso y derribo al espectador para que, si tiene que gastar sus euros en una única película, los gaste en esta.



La última de hoy es "Luz de domingo", película en la que José Luis Garci y su habitual coguionista, Horacio Valcárcel, adaptan una novela corta de Ramón Pérez de Ayala.

A Cenciella, pueblo políticamente dividido entre los partidarios del alcalde-cacique y sus detractores, llega un joven abogado (Alex González que, por mucho que le pongan barbita, es demasiado blandito para el papel que le toca torear) para ocupar la plaza de Secretario del Ayuntamiento. El posicionamiento del joven respecto a las disputas políticas del pueblo y su rivalidad con uno de los hijos del alcalde por el amor de Estrella (Paula Echevarría) desencadenan un episodio de "brutalidad y violencia caciquista rural" que llevará al enfrentamiento final entre el alcalde, un Carlos Larrañaga que está estupendo en este papel de cacique prepotente (qué ganas de partirle los morros que me entraron), y el abuelo de Estrella, un magnífico Alfredo Landa, asiduo desde hace años en la filmografía de Garci (inolvidable aquel Germán Areta en la que para mí es la mejor película del director, "El crack").

Sinceramente, Garci me ha sorprendido gratamente. Si os sirve de algo mi opinión, y aunque supongo que habrá mucha gente a la que directamente su nombre echará para atrás a la hora de ir al cine, merece los 6€ que hay que pagar (y si no os los queréis gastar, siempre queda el DVD).



El próximo día, repaso al cine extranjero que he visto en estos mismos dos meses.

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martes, diciembre 04, 2007

Tedio y asco en la tele

Cada día está peor lo de poder ver un telediario decente.

Unas veces porque hay que cumplir el ideario de la cadena, otras porque las noticias que nos cuentan me producen arcadas y una pena inmensa por ciertas personas que no ven más allá de lo que machaconamente les meten en la cabeza y, la mayoría de las veces, por ambas cosas a la vez.

Y luego resulta que los raros, los frikis, los que viven en su propio mundo, son los que sólo se conocen de haber intercambiado opiniones en un foro de internet, los que se reúnen de forma periódica, o esporádica, para hablar de cine, libros, comics, música... o los que visitan eventos como el Expocomic del último fin de semana.


Quizá sea por todo ello que imágenes como las que se pudieron tras el fallecimiento de Fernando Fernán-Gómez me llamen tanto la atención.

En un teatro, sobre el escenario, se halla el ataúd donde descansa ya para siempre Fernán-Gómez y todo alrededor, sentados en varias mesas o simplemente de pie, se encuentran montones de amigos que han venido a despedirle y que, pasado ya el primer momento en que correspondía llorar por su pérdida, están alegres, e incluso ríen, recordando cómo fueron los momentos que pasaron junto al actor.

¡Qué gran despedida!


Yo de mayor quiero ser como Fernán-Gómez y que un día, quiero pensar que lejano, los que hayan sido mis amigos se reunan, no para llorar, sino para recordar lo que nos divertimos en algún momento.

Así que ya sabéis, estáis todos invitados porque, llegado el momento, cuento con todos vosotros para hacer una gran fiesta.

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