Punto de fuga: tres años después

Mire usté, señor juez. Todo ha sido una lamentable sucesión de acontecimientos indeseables... ¡la vida, que a veces es mu perra y ese día quiso ponerse en mi contra! Déjeme explicarle y ya verá como lo entiende y no me deja entrar en una de esas frías celdas.

Resulta que yo soy famoso. Y no sólo famoso sino que soy muy bueno en lo que hago. ¡Soy el jodido Lobezno de los bailaores patrios! ¡Dígame si eso no es ser bueno en mi trabajo! El caso es que le digo esto para que vea que no soy un peligro para nadie y porque no debería meterme en la cárcel por tan poca cosa. Por las noches, en mi casa, pienso en ello y no encuentro razones para que me encierren. ¿Por qué quiere hacerme esto? ¿Porque iba conduciendo a toda leche sin carné y sin seguro? ¿Porque atropellé a un hombre al que su mujer ya no podrá volver a ver porque lo maté? ¿Porque en lugar de avisar a una ambulancia y atenderle me di a la fuga, llevando el coche a un taller para que lo repararan y no pudieran relacionarme con el atropello? ¿Porque hice que mi hermano pequeño se declarara culpable de la muerte de aquel hombre para eludir mis responsabilidades con la justicia?

Míreme, señor juez. ¿De verdad piensa que mis faltas merecen tres años de cárcel (de los que, dicho sea de paso, no voy a cumplir más que una tercera parte a lo sumo)? ¡Tengo una carrera artística que proseguir! ¡Una familia a la que mantener!

¿Realmente habré hecho algo tan malo como para merecer semejante castigo?

Por fin, tres años después.